Evolución de la idea de patrimonio

Marcelo Javier Neira Navarro

El Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio es una idea que comienza a se trabajada por lo menos del año 2016. Hoy día existe, aunque no está completamente desplegado.

Para explicar por qué la clase política llega a concebir esta nueva institucionalidad, es necesario recordar que las críticas al sistema capitalista son cada vez más masivas y no solamente dados los escandalosos niveles de concentración de la riqueza, sino también a lo evidente de la destrucción del medio ambiente a nivel mundial; también es necesario no perder de vista la decadencia del sistema político, del sistema democrático y de la propia clase política.  Pero, sobre todo, es necesario subrayar el inconformismo social frente división internacional del trabajo que ha precarizado el sistema laboral y el sistema de pensiones en contrapartida con unas sugerentes nuevas formas de participación que permiten a grupos e individuos más informados y empoderados protestar en contra de los sistemas sociales injustos o que derechamente los oprimen.  Y sobre todo, es necesario recordar la tendencia en alza que critica el proceso cultural que vivimos hace más de 500 años de mundialización y este último tiempo habría que sumar también, quizá desde la década de 1970 en adelante, el proceso de globalización. 

Como resultado, grupos empoderados o simples personas actualmente pujan por valorar sus propias historias, sus propias raíces culturales, su propio entorno y comienzan, en consecuencia, a valorar el patrimonio, ganado en identidad.

Pero todavía nuestra intelectualidad sigue pensando desde sus respectivas especialidades. Y la gestión política, desde luego, utiliza esas categorías disponibles.  Po ejemplo, todavía se cree que el patrimonio natural y el patrimonio cultural son distintas cosas.  Así como se creyó en los años 80 que el único patrimonio eran los monumentos, actualmente los científicos formados, por ejemplo, en la biología se ocupan de denunciar el desaparecimiento de eco-sistemas por depredación o la creciente extinción de especies; los geógrafos, denuncian por su parte, el cambio climático; los arquitectos el deterioro y desaparecimiento de edificios, los antropólogos e historiadores el desaparecimiento progresivo del patrimonio intangible.  Y todo por separado.

Pero lo que es peor, desde las disciplinas sociales no se ha logrado legitimar la idea de “complejidad” que permite entender que la experiencia y vida humana es una realidad única y totalizadora.  

Cada vez se vuelve más urgente la irrenunciable necesidad de salvar especies y ecosistemas en peligro de extinción.  Pero paralelamente, también hay que preservar las identidades.  Esto es, las lenguas, la oralidad, saberes, memorias, formas de vestir, prácticas medicinales, imágenes, músicas, usos y tecnologías, entre otras.  ​El patrimonio es identidad y la identidad no se puede sintetizar y reducir al paradigma de “cuartos estancos”. 

¿Qué es el patrimonio?

El patrimonio es un fenómeno cultural cuya noción ha ido variando en el tiempo, por lo que se puede decir que posee un proceso histórico.  A modo de hipótesis aquí proponemos que:

1.- El patrimonio surge como un fenómeno consciente de la práctica política a fines del siglo XVIII, se desarrolla así durante todo el siglo XIX y alcanza hasta la primera mitad del XX, principalmente vinculado al desarrollo del fenómeno igualmente político de los Estados nacionales.  

2.- Pero a partir de la mitad del siglo XX, confluyen los diagnósticos y resultados de las dos guerras mundiales.  Asociado, igualmente surge el papel de organismos internacionales como las Naciones Unidad que comenzarán a proponer ciertas políticas destinadas a la salvaguarda de lo patrimonial. 

3.- A partir de esta misma época igual-mente, las ciencias sociales comenzarán un vertiginoso desarrollo, proponiendo nuevas perspectivas y categorías de análisis que retroalimentarán y sentarán las bases para la articulación de una nueva disciplina todavía en pleno desarrollo, relacionada al patrimonio. En este último caso, intervienen de manera determinante la antropología, sociología y la historia, en un marco general de superación del paradigma que las habían tenido separadas, a ratos, de manera irreconciliable. 

4.- A todo este proceso, igualmente se unirá el fenómeno de la participación social que, desde fines de la década de 1960, hace que los partidos políticos comiencen a ser cuestionados y emerjan, subsecuentemente, grupos que van más allá de la lógica partidista, obteniendo como resultado, el empoderamiento y en algunos casos la radicalidad de unos movimientos que incluso se declaran “antisistémicos”.  Con todo, emergen nuevos sujetos.  Más allá del proletariado, característico de los análisis marxistas, emergen las mujeres, los jóvenes, los niños, las minorías étnicas, las minorías sexuales.  Muchos de estos grupos comparten un profundo anticapitalismo, dada la convicción la degradación del medio ambiente, calentamiento global, crisis políticas, crisis moral, crisis social.  En suma, frente a esta crisis sistémica, la mundialización y la globalización aparecen como los responsables de tantos males.  Y la res-puesta es volverse hacia nuestro propio entorno.  

Nuestros entornos son más valorados que nunca.  Y esto significa apreciar y recuperar todo o buena parte de nuestro pasado.  

1.- El papel de los Estados nacionales: el caso de Chile

En Chile, la noción de patrimonio surge confundida con el de la Historia Nacional a comienzos del siglo XIX.  A fines del siglo XIX y a comienzos del siglo XX, la Historia Nacional y el patrimonio se escolarizan; pero a mediados del mismo, ya se observa de manera progresiva la separación de ambos y en adelante, el patrimonio se institucionalizará en organismos internacionales.  En pleno siglo XXI, el patrimonio ha terminado en manos de grupos e individuos y convierte en un referente esencial de identidades culturales locales y grupales.  

La Construcción de la historia nacional 

En Chile, la construcción de un patrimonio histórico tuvo un primer impulso durante las primeras décadas del siglo XIX, recurriendo a la lengua española, la religión católica y a la idea de indígena.  Desde luego, muchas de las características indígenas fueron encontradas en el texto La Araucana de Alonso Ercilla. Camilo Henriquez por medio de la Aurora de Chile, planteó la integración con los aborígenes como una medida de la mayor importancia para el futuro de la patria: 

“Los indios están en estado de considerarse como una nación nueva, y por consiguiente fácil y dispuesta para ser ilustrada (…) Pare-ce que la educación de la juventud araucana ha de tener mejor suceso en esta capital; el aprovechamiento de los jóvenes suele proporcionarse a la distancia de su país; el hombre aislado espera sus adelantamientos únicamente de su trabajo y aplicación. En el Instituto Nacional hallarán unas proporciones cuales no pueden tener en otra escuela del reino: maestros, libros, un plan de estudios acomodado a nuestras necesidades, un cuerpo de sabios que vele sobre sus progresos. El esplendor de la ciudad y de la primera magistratura, el trato de hombres instruidos, todo eleva el ánimo e inspira emulación” (Civilización de los Indios. Relativo a las relaciones con pueblos indígenas. Relación de algunos Parlamentos, La Aurora de Chile, Número 12. Jueves, 30 de Abril de 1812. Tomo I; también en http://www.historia.uchile.cl/ ).

La idea identitaria del aborigen local fue una instrumentalización por la sencilla razón que la elite gobernante no tuvo otro elemento a mano.  Incluso, una vez que el Estado nación estuvo conformado y relativamente fuerte, se expandió ha-cia el norte y hacia el sur.  Durante la segunda mitad del siglo XIX, la elite po-lítica y el Estado no tuvieron problemas en aplastar las comunidades mapuches al sur del Bío Bío.  

A partir de la inauguración de la Universidad de Chile y en el marco de la construcción de un proyecto de Estado nacional, incluso bajo la presión de fenómenos socio culturales relacionados a procesos de inmigración, a partir de 1850-70. 

La Universidad de Chile, diseñó una serie de estrategias culturales circuitos y agendas de investigación, como aquellas referidas a las características geográficas, topográficas, taxonomías de animales y vegetales, minerales; igualmente se establecieron ciertas estrategias de difusión como la Revista “Anales de la Universidad de Chile”; incluidas ciertas estrategias de reconocimiento y promoción social, como las referidas a concursos, premios y becas, por ejemplo, destaca el concurso de historia de Chile, cuya primera versión fue adjudicada ni más ni menos a José Victorino Lastarria.  También se configuró una agenda para premiar las mejores “Memorias de prueba” con la que los estudiantes se titulaban de la Universidad.  Con este reconocimiento, los galardonados no solo accedían a premios y reconocimiento social, sino también a cargos políticos y académicos de relevancia.

A la fundación de la carrera de Derecho en la Universidad de Chile le suceden el surgimiento de una serie de mecanismos que aseguraron la efectividad de la producción historiográfica.  Por ejemplo, los innumerables concursos, las memorias “para optar al grado” fueron instrumentos que sirvieron para estimular la construcción de temas con un enfoque histórico tal como lo deseó la elite.  Al amparo de la Ley Orgánica de la Universidad de Chile se estableció que la comunidad universitaria se reuniría en Claustro Pleno una vez al año, en uno de los días que siguiesen a las fiestas nacionales con el objeto de dar cuenta de 

“…todos los trabajos de la Universidad y de sus varias Facultades en el curso del año; se distribuirán los premios; y se pronunciará un discurso sobre alguno de los hechos más señalados de la Historia de Chile, apoyando los pormenores históricos en documentos auténticos, y desenvolviendo su carácter y consecuencias con imparcialidad y verdad (…) Este discurso será pronunciado por el miembro de la Universidad que el Rector designare…” (Ley Orgánica de la Universidad de Chile).

Al financiar a las entidades dedicadas al estudio de la historia, el Estado hace surgir los historiadores remunerados, pero precisamente a su servicio.  De allí que sea normal que los historiadores adopten el discurso del mismo, legitimándolo.  El historiador Fracois Mignet, se alzó como ícono de las revoluciones liberales con su “La historia de la revolución francesa” (En efecto, en la Biblioteca nacional se encuentro el libro de Francois Mignet, Histoire de la Révolution Française: depuis 1789 jusqu’en 1814, Firmin-Didot Freres, Libr., Paris, 1836.  Aunque las ideas de la revolución francesa fueron influyentes localmente, el desarrollo político de la misma tuvo un impacto negativo). La historia impulsada por el Estado, desde luego quiere aglutinar a los “ciudadanos” en torno a la patria y ella sería la cara “visible” de todos los supuestos consensos que pudo construir la elite y que se empeñó en socializar.

Durante este tiempo, la historia es concebida como un instrumento de poder.  Por ello también es normal que la historia centre su atención en aspectos políticos y militares.  De acuerdo a Andrés Bello, 

“La historia no tiene valor sino por las lecciones que nos da acerca de los me-dios de hacer felices i virtuosos a los hombres, i los hechos no tienen importancia sino en cuanto representan ideas.  Pero por otra parte es demasiado cierto que el espíritu de sistema los disciplina con facilidad, i que en el cáos de los sucesos se hallarán siempre ejemplos en que apoyar las mas insensatas teorías” (Andrés Bello, Modo de escribir la historia (págs. 144 a 153) Andrés Bello, Opúsculos, Imprenta chilena, Santiago, 1850).

Lo que ocurre es que hay una amplia variedad de producción pseudo historiográfica.  Evidente, por ejemplo, resultan los estudios del pensamiento de intelectuales a través de elogios o memorias; las memorias de prueba para carreras universitarias (de Derecho fundamentalmente); discursos de incorporación a la Facultad, discursos de incorporación a las sociedades científicas o literarias; discursos de homenaje; discursos de recuerdo y cuyas variantes son los discursos fúnebres u honores fúnebres; están también los panegíricos, cantos elegiacos, bosquejos históricos; de las publicaciones como premios de Concursos o el simple reconocimiento por medio de una medalla; por medio también de la socialización de ideas a través de la simple lectura de libros o folletos; de la publicación de artículos en revistas (Gaceta de los Tribunales, a partir de 1841, entre tantas otras); la publicación de artículos en la prensa periódica local, por ejemplo, en El Araucano o El Progreso, entre los más importantes; los aportes a la enseñanza escolar por medio del desarrollo de experiencias institucionales encabeza-das, por ejemplo por Bello en el Colegio de Santiago, más tarde también en el Instituto nacional y en la propia Universidad de Chile o aquella de Mora en el Liceo de Chile o la de Salas en la Academia San Luis.

Hacia 1850, el panorama y la necesidad de esta Historia nacional ya no dejaba dudas.  Este aspecto fue resumido por Bello, al señalar que, 

“Nunca se ha dirijido la curiosidad con mas ancia a los conocimientos históricos.  Hemos vivido hace mas de treinta años en un mundo ajitado por tanto i tan diversos i tan prodigiosos acontecimientos…que el primer empleo del ocio i de la reflexion es el estudio de la historia” (Andrés Bello, Modo de escribir la historia, en Andrés Bello, Opúsculos, Imprenta chilena, Santiago, 1850, págs. 144 a 153).

En esta revisión del concepto de Historia, Bello subrayó en la idea de comunidad que era posible desarrollar al construir la Historia nacional.  Puntual-mente, reconoció el aporte esencial, digamos, el objetivo fundamental que perseguía la Historia.  Esto es, la posibilidad de construir una identidad colectiva, 

“…la existencia de cada uno, por grande o pequeño que sea, ha llegado a ligarse inmediatamente con las vicisitudes del destino comun; como la vida, la fortuna, el honor, la vanidad, el empleo de nosotros mismos, las opiniones acaso; en una palabra, toda la situacion del ciudadano ha dependido i depende todavía de los sucesos jenerales de su pais i del mundo entero, la observacion ha debido fijarse casi exclusiva-mente en la historia de las naciones (…) …la existencia de cada uno, por grande o pequeño que sea, ha llegado a ligarse inmediatamente con las vicisitudes del destino comun; como la vida, la fortuna, el honor, la vanidad, el empleo de nosotros mismos, las opiniones acaso; en una palabra, toda la situacion del ciudadano ha dependido i depende todavía de los sucesos jenerales de su pais i del mundo entero, la observacion ha debido fijar-se casi exclusivamente en la historia de las naciones” (Andrés Bello, Modo de escribir la historia, en Andrés Bello, Opúsculos, Imprenta chilena, Santiago, 1850, págs. 144 a 153).

La idea de la “historia patria” y su desarrollo fue decididamente un elemento cultural de la mayor trascendencia para la elite.  Por tal razón, los principales y más prolíficos intelectuales se autoasignaron o se distribuyeron la misión de generar las instancias para que la Historia se desarrollara en las mejores condiciones.  Según Andrés Bello, 

“…el mismo Herder no se propuso suplantar el conocimiento de los hechos, sino ilustrarlo, explicarlos; ni se puede apreciar su doctrina, sino por medio de previos estudios históricos.  Sustituir a ellos deducciones y formulas, seria presentar a la juventud un esqueleto en vez de un traslado vivo de un hombre social; sería darle una colección de aforismos en vez de poner a su vista el panorama móvil, instructivo, pintoresco, de las instituciones, de las costumbres, de las revoluciones, de los grandes pueblos y de los grandes hombres; sería quitar al moralista y al polí-tico las convicciones profundas, que solo pueden nacer del conocimiento de los hechos; sería quitar a la experiencia del genero huma-no el saludable poderío de sus avisos, en la edad, cabalmente, que es mas susceptible de impresiones durables; sería quitar al poeta una inagotable mina de imágenes y de colores.  Y lo que digo de la historia me parece que debemos aplicarlo a todos los otros ramos del saber.  Se impone de este modo al entendimiento la necesidad de largos, es verdad, pero agradables estudios.  Por-que nada hace más querida la enseñanza que las abstracciones, y nada la hace fácil y amena, sino el proceder que, amoblando la memoria, ejercita al mismo tiempo el entendimiento y exalta la imaginación.  El raciocinio debe engendrar al teorema; los ejemplos graban profundamente las lecciones” (Andrés Bello, Discurso pronunciado en la instalación de la Universidad de Chile…, Op. Cit..  Johann Gottfried Herder fue un notable intelectual alemán, que desarrolló la categoría de “Volksgeist” o carácter nacional que busca en sus estudios de filosofía y literatura en general). 

Otro hito relevante en el desarrollo de la historia nacional y la consiguiente búsqueda y construcción de patrimonio fue la inauguración de la Sociedad Literaria en 1839 al interior del Instituto Nacional.  Entre sus miembros figuran Manuel Montt y un grupo de profesores.  Esta organización dio paso a la “Sociedad de Historia” destinada exclusivamente al estudio de la “Historia Patria”. Este nuevo grupo estuvo compuesto por el propio Manuel Montt, Antonio García Reyes, José Luis Borgoño y Antonio Varas.  Su primera actividad fue la recopilación de documentos e información en general.  Para ello, partieron copiando los documentos que había recopilado Claudio Gay (Claudio Gay realizó un monumental aporte con su Historia física y política de Chile, compuesta por cuatro apartados temáticos: ocho volúmenes destinados a botánica; ocho a zoología; diez a Historia política (ocho de textos y dos de documentos); dos a la agricultura y dos atlas que contienen mapas y grabados relativos a flora, fauna y escenas típicas).  Antonio Varas fue designado para registrar cronológicamente los hechos que fueran ocurriendo de allí en adelante.  

En 1839 se inauguró la Sociedad Literaria al interior del Instituto Nacional.  Entre sus miembros figuran Manuel Montt y un grupo de profesores.  Esta organización dio paso a la “Sociedad de Historia” destinada exclusivamente al estudio de la “Historia Patria”. Este nuevo grupo estuvo compuesto por el propio Manuel Montt, Antonio García Reyes, José Luis Borgoño y Antonio Varas.  Su primera actividad fue la recopilación de documentos e información en general.  Para ello, partieron copiando los documentos que había recopilado Claudio Gay (Claudio Gay, realizó un monumental aporte con su Historia física y política de Chile, compuesta por cuatro apartados temáticos: ocho volúmenes destinados a botánica; ocho a zoología; diez a Historia política (ocho de textos y dos de documentos); dos a la agricultura y dos atlas que contienen mapas y grabados relativos a flora, fauna y escenas típicas). Antonio Varas fue designado para registrar crono-lógicamente los hechos que fueran ocurriendo de allí en adelante.  

Otra coyuntura favorable en el debate de un concepto de historia, fue la conformación de llamado Movimiento Literario de 1842, que, a su vez, fue posible por la llegada de una serie de intelectuales argentinos que escapaban de la dictadura de Rosas (Destacan Domingo Faustino Sarmiento, Vicente Fidel López, posteriormente Juan María Gutiérrez, Miguel Piñero, Juan Bautista Alberdi, Félix Frías y Bartolomé Mitre. Hay una gran cantidad de trabajos monográficos que abordan en conjunto o individualmente el papel de los intelectuales durante este período.  Para el caso de Félix Frías, redactor de El Mercurio y diplomático del gobierno boliviano, véase Juan Isidro Quezada, Felix Frías en Chile (1843-1848), en Revista investigaciones y ensayos, Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, Nº 43, enero-diciembre, 1993, pág. 471-514; Para el caso de Sarmiento, ver Fabio Moraga Valle, La evolución política de Domingo Faustino Sarmiento: los dilemas de un intelectual decimonónico, Mapocho, No. 40, segundo semestre de 1996, págs. 103 118.  Para un enfoque general, ver trabajo de María Saenz Quezada, De la independencia política a la emancipación cultural, Revista Nueva Mirada, 1996.  Según esta autora, los años de prosperidad post independencia, habrían permitido la llegada de varios intelectuales argentinos; incluso, habrían a-portado a la consolidación institucional del país como señala la autora; también, Ana Maria Stuven, Polémica y cultura política chilena 1840-2850, Historia, N 25, 1990, pág. 229-253).

El movimiento de 1842, aunque fue primeramente literario, también desarrolló una opinión respecto de la Historia y logró desatar en tal sentido fructíferas polémicas.  Desde 1843 a 1848, el Movimiento literario articuló un debate en torno al concepto de Historia, la manera de escribirla y de cómo enseñarla (Entre los participantes de esta discusión, sobresalen Vicente Fidel López, José Victorino Lastarria, Domingo Faustino Sarmiento, José Joaquín Vallejo, Salvador Sanfuentes, Espejo, José María Nuñez y el propio Andrés Bello).  En los dos grupos contendientes, por una parte hay quienes defienden el método narrativo y por otra, quienes tienen la idea que la Historia debe estar sostenida en una perspectiva filosófica.  Una primera manifestación de esta disputa se materializó a través de artículos de Bello y Sarmiento que representan cada quien, una tendencia.  Un primer artículo de Bello publicado en El Araucano señala que la historia debe ser enseñada en los colegios por medio de la revisión de los hechos, enfatizando en sus causas y consecuencias9.  Mientras tanto, Sarmiento publicaba en El Progreso y planteaba básicamente que la clave para comprender el significado de los hechos pasaba necesariamente por comprender las conclusiones a las que habían llegado los historiadores europeos, considerando la ausencia de historia en países nacientes como Chile.

La escolarización de la historia

En el año 1858 debuta un nuevo plan de estudios para el Instituto Nacional.  La Comisión encargada de llevar adelante esta política fue presidida por el rector de la Universidad de Chile.  En tercera sesión celebrada el 27 de mayo, la Comisión discutió dos aspectos que se creyeron centrales: la manera de desarrollar un curso de aritmética “de manera provechosa” en todas las carreras y el modo y forma de hacer en todas sus “ramificaciones” un curso de historia “profana”, junto al texto que convendría adoptar para tal objeto.  Los acuerdos de la Comisión fueron que, 

“…el curso de historia universal debe hacerse por un solo autor por cuanto asi habrá unidad de miras i un mismo modo de apreciar los hechos históricos i aun de narrarlos…que para alcanzar tan importante objeto, el de Duruy era el mejor testo que se conocia según los informes reciéntemente recibido de personas mui competentes (…)” (Nuevo Plan de estudios para el curso de humanidades, Imprenta del País, Santiago, 1858.  El El texto está precedido de las actas que la Facultad de Filosofía y Humanidades celebró con motivo precisamente de la reforma dirigida a “la seccion elemental del Instituto Nacional”.  Específicamente, págs. 4 a 5).

En adelante, la historia y su búsqueda por encontrar elementos patrimoniales que resulten significativos para la nueva sociedad en formación, se instaló definitivamente en el sistema escolar. 

En definitiva, el proceso iniciado en la Universidad de Chile especialmente con la fundación de la carrera de Derecho, se constituye en un verdadero hito en la medida que a ella le suceden el surgimiento de una serie de mecanismos que aseguraron la efectividad de la producción historiográfica.  Por ejemplo, los innumerables concursos, las memorias “para optar al grado” fueron instrumentos que sirvieron para estimular la construcción de temas con un enfoque histórico tal como lo deseó la elite.  

A fines del siglo sigo XIX en toda Latinoamérica, la historia fue usada profusamente para la construcción un patrimonio patriótico necesario para generar identidades nacionales.  Al interior de este proceso, durante la primera mitad del siglo XIX, las elites tomaron en sus manos cada una de las unidades políticas en formación y se apropiaron de la legitimidad de su construcción.  Así, la historia se constituyó en un accesorio cultural, dotado de una serie de objetivos y estrategias.  Objetivos, como crear un sentido patrió-tico en la población, crear, mantener e incrementar sentimientos nacionales y dirigir, encauzar y controlar la población.  Estrategias, en el sentido de la enseñanza o comunicación de la misma como desarrollo de una pedagogía social sostenida en el simple adoctrinamiento y socializando una serie de valores como apreciar las glorias nacionales, crear adhesiones y solidaridades políticas, amor y sentimientos a la patria. 

En consecuencia, la historia nacional, el patrimonio y la identidad durante la segunda mitad del siglo XIX se expanden conforme se expande el control y el poder del Estado nacional sobre el territorio, hacia el norte y hacia el sur de Santiago y se reproducirán por medio del sistema escolar.

2.- El resultado de las dos guerras mundiales

Ya durante la primera mitad del siglo XX, el desarrollo de las dos guerras mundiales, dejó como evidencia el horror de los más de 36 millones de muertos; pero también se pudo comprobar la enorme cantidad de monumentos, edificios, archivos, documentos, joyas del arte, entre otros, que fueron saqueados, destruidos o desaparecidos para siempre. Y esto generó la voluntad política internacional de salvaguardar el patrimonio de la humanidad.

Como un antecedente de este esfuerzo, ya en 1874 la “Declaración de Bruselas” había impuesto la prohibición de bombardear edificios públicos como iglesias y edificios con propósitos artísticos.  Luego, la Conferencia de la Haya, tanto en 1899 como 1907, impusieron la necesidad de señalar con distintivos especiales los edificios que debían ser preservados. La Conferencia de Washington en 1922, prohibió expresamente el ata-que aéreo a objetivos civiles. Sin embargo, todas estas consideraciones fueron sostenidamente ignoradas.

Pero las diversas alternativas de la Segunda guerra mundial, los ataques de los nazis a Polonia, en donde se estima que fueron destruidos más de 700 monumentos, la campaña de Londres o los bombardeos angloamericanos sobre territorios alemanes o italianos, demostró la nula sensibilidad respecto a la idea de patrimonio.

Casi 20 años después, en 1964, surge la “Declaración de Venecia”, primer documento oficial que pugna por la conservación y restauración de monumentos y sitios de carácter histórico o artístico (Carta internacional sobre la conservación y la restauración de monumentos y sitios, Venecia, Italia, 1964 (pp.21-28), en, Ministerio de Educación, Cuadernos del Consejo de monumentos nacionales. documentos de Icomo, Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Consejo de Monumentos Nacionales, Santiago, 2015).  A la luz de este documento, aunque lo patrimonial no aparece completamente definido, resulta evidente que su estudio se ha constituido en una disciplina que, de acuerdo a la propia declaración, “…abarca todas las ciencias y todas las técnicas que puedan contribuir al estudio y la salvaguarda del patrimonio monumental” (Id., específicamente, p. 24).  Así, lo patrimonial que-daba asociado a lo arquitectónico,

“La noción de monumento histórico comprende la creación arquitectónica aislada, así como el conjunto urbano o rural que da testimonio de una civilización particular, de una evolución significativa, o de un acontecimiento histórico. Se refiere no sólo a las grandes creaciones, sino también a las obras modestas que han adquirido con el tiempo una significación cultural” (Id., p. 23-24).

Posteriormente, en el año 2003, la conceptualización oficial de patrimonio cultural inmaterial fue acuñada y reconocida ampliamente por la comunidad mundial a través de la “Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial” (UNESCO, Convención para la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial, http://unesdoc.unesco.org/images/0013/001325/132540s.pdf , 20 de julio de 2016).  Para llegar a esta idea, se había tenido en cuenta la “Recomendación de la UNESCO sobre la salvaguardia de la cultura tradicional y popular” de 1989 (UNESCO, Recomendación sobre la Salvaguardia de la Cultura Tradicional y Popular, 15 de noviembre de 1989, http://portal.unesco.org/es/ev.php-URL_ID=13141&URL_DO=DO_TOPIC&URL_SECTION=201.html , 20 de julio de 2016), la “Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural de 2001” (UNESCO, Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural, 2 de noviembre de 2001, http://portal.unesco.org/es/ev.php-URL_ID=13179&URL_DO=DO_TOPIC&URL_SECTION=201.html , 20 de julio de 2016) y la “Declaración de Estambul de 2002” (UNESCO, Declaración de Estambul de 2002, Portal Congreso español, http://www.congreso.es/docu/docum/ddocum/dosieres/sleg/legislatura_10/spl_70/pdfs/31.pdf , 20 de julio de 2016).

De este modo, el concepto de patrimonio logró en pocos años una definición en donde se observa una distinción, pero también una profunda interdependencia entre el patrimonio cultural inmaterial, el patrimonio mate-rial y natural. De hecho, la UNESCO define el “patrimonio cultural inmaterial” como,

“…los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas -junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes- que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural. Este patrimonio cultural inmaterial, que se transmite de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana. A los efectos de la presente Convención, se tendrá en cuenta únicamente el patrimonio cultural inmaterial que sea compatible con los instrumentos internacionales de derechos humanos existentes y con los imperativos de respeto mutuo entre comunidades, grupos e individuos y de desarrollo sostenible” (Id., p. 2.).

Además de definir el patrimonio cultural inmaterial, la UNESCO igualmente ha procurado impulsar una política, unas acciones, unas prácticas que tiendan hacia su consolidación.  Según el organismo internacional ya citado,

“Existe el peligro de que ciertos elementos del patrimonio cultural inmaterial mueran o desaparezcan si no se contribuye a su salvaguardia. Salvaguardarlos requiere la transferencia de conocimientos, técnicas y significados (…) la salvaguardia se centra sobre todo en los procesos inherentes a la transmisión o comunicación del patrimonio de una generación a otra, y no tanto en la producción de sus manifestaciones concretas, como la ejecución de una danza y una canción, o la fabricación de un instrumento musical o un objeto de artesanía” (UNESCO, ¿Qué es el patrimonio cultural inmaterial?, URL., http://www.corporacionfidelsepulveda.cl/archivos/temas-de-interes/Patrimonio-cultural-Unesco.pdf ,  p. 8).

En consideración a lo anterior, también en referencia a la perspectiva disciplinaria del patrimonio cultural inmaterial, pero sobre todo en consideración a que durante toda la segunda mitad del siglo XX la idea de patrimonio que predominó se remitió exclusivamente a objetos materiales como construcciones, objetos tecno-lógicos e instrumentos variados, a partir de 2003, la UNESCO también crea el Programa Tesoros Humanos Vivos (THV).

Tesoros Humanos Vivos en Chile

Es un programa dependiente de la Unidad de Patrimonio Cultural del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA).  Es la instancia oficial de reconocimiento que el Estado chileno otorga a personas y comunidades porta-doras de manifestaciones del patrimonio cultural inmaterial de alta significación para el país y las comunidades locales.  Incorpora también expresiones que presentan riesgos para su continuidad (Gobierno de Chile, Portal patrimonio.cl, URL., http://portalpatrimonio.cl/tesoros-humanos/).  En suma, el programa busca establecer las mejores herramientas para una eficaz puesta en valor del patrimonio, así como promover su registro, transmisión y salvaguarda. De este modo, la acción de THV se proyecta ampliamente a relevar y fomentar la pluralidad y diversidad cultural de la comunidad nacional (UNESCO, Directrices para la creación de sistemas nacionales de “Tesoros Humanos Vivos”, http://www.unesco.org/culture/ich/doc/src/00031-ES.pdf, p. 4).

A pesar del avance en la conceptualización del patrimonio, llegando actualmente incluso al “patrimonio inmaterial”, la “Ruta de la Arquitectura de Purranque”, se inscribe en la idea original.  El patrimonio material, el de los monumentos o el de la arquitectura sigue siendo importante, solo que no es el único.