EL COMERCIO INFORMAL.  APORTE AL DEBATE

Marcelo Javier Neira Navarro

La presencia del comercio informal es un fenómeno que se observa en muchas ciudades a lo largo y ancho del mundo y igualmente en nuestra capital Santiago, pero también en otras importantes ciudades de Chile.

Ciertos niveles de cesantía o la presencia de migrantes o inmigrantes son mencionados entre las principales razones.  Sin embargo, todas las causas y soluciones que señalan los análisis han resultado insuficientes, debido a que hay dos procesos históricos distintos aunque relacionados que no han sido considerados. 

En primer lugar, es necesario señalar que el desarrollo urbano mismo porta sobre sus espaldas un fenómeno de degradación.  Al tiempo que las ciudades crecen, se modernizan, progresan, igualmente hay áreas de ellas que decaen.  

En segundo lugar, es necesario tener en consideración el hecho igualmente histórico, de que el poder político o las políticas públicas urbanas que intentan regular o institucionalizar el comercio informal, han tenido escaso éxito. A propósito, el historiador económico Henri Pirenne, explicó fundadamente que en torno a las ferias y mercados se produjo precisamente el surgimiento de muchas de las ciudades de Europa.  Y no solo eso.  En torno a ferias y mercados, paralelo al surgimiento urbano, también se puede apreciar la expansión de las primeras formas de actividad capitalistas (Henri Pirenne, Historia económica y social de la Edad Media, Fondo de cultura económica, México, 1975).

En este último contexto, una parte del mercado se especializó, digamos, se formalizó principalmente cuando la actividad de intercambio debió asumir el pago de impuestos acorde a las necesidades y presiones que impuso la burocracia emergente de las ciudades.  Luego, el proceso de conformación de los Estados nacionales hizo lo propio, agregando, además, necesidades impositivas para financiamiento de ejércitos regulares, funcionariado diplomático, cuerpos policiales y distinto tipo de institucionalidad. 

Pero otra parte del mercado ha permanecido sin control.  Aunque los ejemplos históricos abundan hasta el presente, se pueden mencionar dos del pasado nacional.  En los primeros años del Chile republicano, José Zapiola, dejó descrita la presencia de vendedores en buena parte de la plaza de armas de Santiago.  Destacan vendedores de mote, picarones, huesillos y carniceros, entre otros (José Zapiola, Recuerdos de 30 años, Editorial Zig Zag, Santiago, 1974, pág. 18).  El otro ejemplo se obtiene a mediados del siglo XX.  En noviembre del año 1943, una pequeña nota en la Revista “En Viaje” de Ferrocarriles del Estado, destacó el reclamo de la gerencia realizado a la Municipalidad de Santiago debido a la insistente presencia de “ligeras construcciones de pésimo mal gusto y de precaria higiéne” en torno a la Estación Central.  De acuerdo a la nota, 

“No en una sino que en varias ocasiones, la Dirección General de los FF.CC. del Estado se ha dirigido a la Municipalidad de Santiago, solicitando el retiro de los quioscos y puestos de venta que hay ubicados en los alrededores de la Estación Central (…) No resulta lógico -continúa la nota- que en un punto tan céntrico de la ciudad exista ese ruinoso y desaseado conglomerado de casuchas, donde se expenden frutas, bebidas y fritangas”” (S/A, “Deben retirarse los quioscos que afean la Estación Central”, en Revista en Viaje, Año X, noviembre de 1943, N° 121, pág. 76).

Parece oportuno, entonces, pensar que la solución a tamaño problema no pasa por una ley, reglamento o represión policial.  Tampoco sería pura y simplemente responsabilidad de la administración comunal o central.  Estamos ante un proceso histórico que requiere un cambio cultural de muchos años.