Marcelo Javier Neira Navarro
Lo que ocurrió con monumentos como el del general Baquedano en la ciudad de Santiago, es condenable porque fueron actos violentos e injustificables. Sin embargo, más allá de los efectos del movimiento social de coyuntura, incluso, más allá de la interpretación histórica del papel jugado por el propio general, es necesario reconocer que en el fenómeno de rechazo, también hay operando un proceso histórico de largo plazo.
El patrimonio monumentario, de estatuas principalmente, fue iniciativa de las elites que construyeron el proyecto de Estado nacional desde comienzos del siglo XIX. En ese contexto los fenómenos patrimoniales e identitarios parecieron legítimos por institucionales y centralistas. Digamos, por estatales. Pero en 200 años que se lleva desarrollando este patrimonio se ha ido deslegitimando en favor del patrimonio cultural inmaterial, un fenómeno descentralizado y participativo.
1 PATRIMONIO MONUMENTARIO / LEGITIMIDAD
A partir del siglo XV, principalmente desde el XIX y hasta mediados del XX, dada la construcción y consolidación de los proyectos de Estados nacionales, el patrimonio fue entendido como todo lo necesario que debía otorgar identidad precisamente dentro de los límites nacionales: una historia, una particular geografía, unos límites, una lengua, una religión, una épica y asociada a ella, monumentos y estatuas. En suma, una cultura. Se trató de un fenómeno unitario culturalmente y dirigido centralizadamente por una pequeña elite de políticos e intelectuales, básicamente en búsqueda de una construcción identitaria nacional. Durante buena parte del siglo XX, la idea de patrimonio transitó hacia una idea material, digamos, ciertamente monumentaria, pero también arquitectónica y se enfatizó igualmente en un conjunto de elementos de valor artístico-histórico y cultural que debía ser protegido y conservado. Esta necesidad emerge en buena medida del horror destructivo de las guerras mundiales. Un poco más tardíamente, a finales del siglo XX, la idea patrimonial también se amplió a lo natural, digamos, a lo paisajístico. Cuando apareció la necesidad conservacionista y derivada también de la sobreexplotación o destrucción del medio natural. Hasta aquí, la idea de patrimonio seguía siendo unitaria y dirigida centralizadamente.
2 PATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL / DESLEGITIMIDAD
En la actualidad, el patrimonio cultural es la valoración que realiza una sociedad. La historia y el patrimonio constituyen un par de campos disciplinarios virtuosos. La Historia puede construir un proceso, un análisis de un fenómeno humano, en suma, un relato con criterios cientificistas; el Patrimonio, por su parte, una disciplina todavía poco definida, pone en valor este relato, lo destaca y lo socializa en grupos y personas y si se quiere también, junto a objetos, cosas, fenómenos sociales y culturales. Las “comunidades imaginadas” de las que habla Anderson, son tales, porque pese a la imposibilidad de que las personas se conozcan unas a otras, pueden permanecer igualmente leales (Benedict Anderson. Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. Colección Popular. 1993). Lo que explica esta sensación de cohesión, ni más ni menos, es la disposición de un relato histórico, épico o incluso mítico que puede llegar a definir aspectos identitarios y por cierto legítimos. En este escenario la deslegitimidad emerge de las propias comunidades.
3 PATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL / LEGITIMIDAD
En la actualidad, la idea patrimonial se ha vuelto completamente cultural y más allá de aspectos nacionales, monumentarios o paisajísticos, privilegia principalmente prácticas y saberes que, por ser transmitidos oralmente, tienen el riesgo de desaparecer. Pero lo importante es que ya no es el Estado o un gobierno en particular el que impone aspectos patrimoniales en el marco de una supuesta “identidad nacional”. Ahora el patrimonio, valora la cultura local, ya de individuos o colectivos. Instituciones como la UNESCO, el propio Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio y los municipios, deben canalizar las iniciativas ciudadanas, ofreciendo una gama de posibilidades de participación organizada, poniendo en valor objetos, pero sobre todo la historia local, usos y costumbres. El patrimonio, entonces, se ha vuelto bastante más democrático. Se trata de una forma de apropiación social, en el marco de una búsqueda de sentido, en donde los grupos y comunidades construyen y reconstruyen su (s) identidad (es). De este modo, el patrimonio no puede sino estar vinculado al territorio y a la comunidad que lo habita, lo vive y lo siente.
4 PATRIMONIO MONUMENTARIO / DESLEGITIMIDAD
La historia es una forma de legitimar la idea de “comunidad imaginada” (Margaret MacMillan, Usos y abusos de la Historia, Editorial Ariel, España, 2014, pág. 42), aun cuando todo sea orquestado centralizadamente por las elites que siguen manejando el Estado nacional y por corporaciones y juntas escolares proclives que escriben y promueven una historia oficial, vigilan los currículums educacionales y la industria editorial, diseñan una agenda de calculadas conmemoraciones, levantan por aquí y por allá museos, repositorios documentales y monumentos. Y en verdad, todo ha estado poseído por un tinte racial blanco. Por eso, MacMillan llega a decir también que la identidad, puede ser una trampa que nos aprisiona y nos separa de los demás (MacMillan, 2014, pág. 42). Y, lo que es peor, en los dos últimos siglos las identidades nacionales han sido una de las más atrayentes (MacMillan, pág. 57). Pero el patrimonio y la identidad son fenómenos dinámicos. Por lo que cambian en procesos culturales. Por eso algunos patrimonios se deslegitiman y otros nuevos en cambio, emergen legitimándose. De este modo, el patrimonio monumentario, como el caso de las estatuas levantadas en honor a héroes, en la actualidad no siempre otorga sentido a los individuos y comunidades. Y esto va mucho más allá de lo que está pasando en plaza Baquedano.
En conclusión, podemos estar frente a un problema de falta de representatividad. Algunos monumentos pueden ser considerados como representativos de una determinada época, cultura o evento histórico, pero pueden no ser considerados relevantes o significativos por parte de ciertos grupos o comunidades. Esto puede llevar a la deslegitimación de su estatus como patrimonio.
Otra posibilidad es que no enfrentemos a un fenómeno de exclusión y entones grupos marginados no muestran sentido de pertenencia. Algunos monumentos pueden haber sido creados para conmemorar o representar a ciertos grupos o comunidades. Mientras que otros grupos pueden sentirse excluidos o marginados de esa narrativa histórica. Esto puede llevar a la deslegitimación de ciertos monumentos por parte de aquellos que no se sienten representados por ellos.
De cualquier manera, parece que asistimos a un cambio en los valores culturales, los que junto a las percepciones culturales pueden cambiar con el paso del tiempo. Lo que alguna vez se consideró importante o valioso en términos de patrimonio puede dejar de serlo en la actualidad. Esto puede llevar a la deslegitimación de ciertos monumentos que ya no se consideran representativos o relevantes para la sociedad actual.