Editorial grafitti se complace en presentar el libro de Edmundo Albornoz Figueroa, “Luciano”. El relato que propone Albornoz en este libro, se sitúa en la localidad de Santa Bárbara, Región del Bio Bío. Se trata del rescate y puestas en valor, de algunas situaciones vividas por el propio autor como de una serie de recopilaciones.
“Amigo Cachencho” –dice Albornoz–, era el seudónimo de un expresivo y amable profesor de filosofía, con trazas de intelectual y una sensibilidad poética. Siempre se excusaba con firme convicción que su presencia en los bares nocturnos de Santa Bárbara se asentaba en la búsqueda de la otra belleza de la vida. Con su alma de poeta sin prejuicios se esmeraba en sacar partido estético de ese mundo nocturno del bar tratando de apresar mares extraños y arroparlos de espera. Era frecuente verlo en tabernas como “El Mario”, “Chechito”, “La Tecsan” o “La Maria Gatica”, este tipo de locales donde se escuchan las confesiones más insólitas y lo deseos más reprimidos. Al interactuar comunicacionalmente con él, nos dábamos cuenta de su noctámbula retórica, con un corte de poesía despiadada y un tanto descosida por la emocionalidad, de ese verbo poético hecho con retazos del alma y con fragmentarios recortes de una vida llevada en etérea peregrinación; de una existencia curtida en menta, poleo y madrugada. En noches de inspiración y de improvisadas celebraciones era común verle en medio del tumulto, lanzando una copla al aire de esa poesía que esconde siempre una metáfora menos aventada, escrita en el filo de las emociones, con despeinados sueños y frustradas esperanzas salpicadas con el típico olor a clandestino de ciudad. Cuando el Sol, despertado por el canto de los gallos santabarbarinos, montaba su corcel dorado para liberar las sombras que habían sido condenadas por el tribunal de la noche y comenzar su recorrido diario, se le podía ver entre el humo de los cigarrillos, recoger sus lentes y su abrigo para emprender el camino de vuelta a casa.
(Fragmento, páginas 187 y 188)