Marcelo Javier Neira Navarro
Profesor de Historia
El concepto de patrimonio cultural ha seguido una evolución histórica en tres fases. En la primera de ellas, digamos entre el siglo XV hasta mediados del XX, en el marco de construcción de los Estados nacionales, el patrimonio fue entendido como todo lo necesario que debía otorgar identidad dentro de los límites del Estado. Considerando la enorme maquinaria política estatal, las elites políticas impulsaron un “patrimonio” que buscó construir una identidad nacional única, al amparo del orgullo de la patria, héroes, batallas, administraciones y líderes políticos y religiosos, en lo que nos toca, católicos. Fue un patrimonio dirigido. Como fenómeno impuesto, los “ciudadanos” que ya eran pocos, tampoco participaban activamente y solo tenían que asimilar este patrimonio.
En una segunda fase, siempre dentro de una cultura unitaria dirigida centralmente, la idea de patrimonio transitó a una concepción material, digamos, monumentaria, arquitectónica y de un conjunto de elementos de valor artístico, histórico y cultural que debía ser protegido y conservado. En pleno siglo XX, fue una necesidad que emerge del horror destructivo de las guerras mundiales. Un poco más tardíamente, la idea patrimonial se amplió a lo natural, digamos, también a lo paisajístico, seguramente cuando apareció la necesidad conservacionista, pasada la mitad del siglo XX y derivada también de la sobreexplotación o destrucción del medio natural.
En la actualidad, ya no es la maquinaria política de un Estado o de un gobierno el que impone aspectos patrimoniales en el marco de una supuesta “identidad nacional”. Sigue habiendo intentos, como el que despliega la UNESCO que sigue dando indicaciones a los Estados y gobiernos de turno. Pero ahora todo es un marco flexible.
En Chile es razonable pensar que el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio era algo necesario. Pero también es cierto que este tipo de institucionalidad se ha ido quedando atrás y solo aparece ofreciendo una gama de posibilidades. La otra parte y en forma creciente, corre por cuenta de las autoridades locales y grupos organizados. Los municipios, junto a la ciudadanía comienzan a actuar decididamente poniendo en valor objetos, usos y costumbres. De este modo, los ciudadanos organizados y empoderados practican el acto de elegir, apropiándose del patrimonio, practicando la democracia en el marco de una búsqueda de sentido, construyendo y reconstruyendo su identidad. De este modo, el patrimonio no puede sino estar vinculado al territorio y a la comunidad que lo habita, lo vive y lo siente.